Pasear por las calles de la antigua parte de Alcalá de Henares provoca reflexiones. Especialmente cuando el objetivo de la visita del extranjero es dar clases de metafísica a los estudiantes complutenses en la lengua cervantina; cuando uno se aloja en la residencia San Ildefonso, una de las más importantes obras del Renacimiento español y declarado Patrimonio de la Humanidad, con el “Patio de Filósofos”; cuando muy cerca está la casa natal de Cervantes, un convento reformado por Santa Teresa de Ávila, y las salas donde estudiaba San Ignacio de Loyola. La antigüedad se mezcla con la modernidad dandonos una riqueza enorme para penetrar y disfrutar más. De manera semejante comprendo el sentido de la metafísica – el tema, al menos a primera vista, terriblemente duro, pero si se trata este tema con simpatía y tolerancia, se puede convertir en un asunto importante para la gente normal y corriente. Eso es exactamente lo que intenté a hacer con mis estudiantes españoles: es decir, a demonstrarles que cuando estamos hablando sobre, por ejemplo, los valores no vale la pena ignorar las especulaciones que normalmente hacen los filósofos que se especializan en las cuestiones metafísicas.
El interesante ejemplo del uso de la categoría de ‘esencia’ en la metafísica/ontología de Santayana y su uso en la vida práctica puede ser su filosofia del amor. Nos dice que amor, en la oposición a deseo, pasión etc, se encuentra cuando usamos nuestra idea de la perfección de un tipo y la colocamos en la imagen de la persona que es el objeto de nuestra afición. Por ejemplo, un chico coloca su idea de la belleza en la chica que adora; de verdad, Santayana nos dice que el chico adora la chica gracias a esta idea que localiza en la imagen de esta misma chica y si él cambia la chica como el objeto de adoración, coloca esta idea de belleza en otra chica. Podemos aceptar a Santayana o criticarlo diciendo que, según su concepto, el chico ama y adora la idea misma, no la propia chica y su amor se centra en la idea que es el producto de su imaginación. Sin irnos al nivel avanzado de las reflexiones sobre este concepto y sin compararlo con otros conceptos presentes en filosofía, podemos concluir que tenemos aquí una interesante combinación del Platonismo y naturalismo: estas ideas o ideales, que son los puntos de aspiración para nosotros, algo que queremos obtener o realizar en nuestras vidas, son las esencias – algo semejante a las formas o ideas platónicas. Sin embargo, ellas son los productos de la vida natural, son secundarias respecto a lo natural, se originan en la imaginación de las personas y son el resultado de la vida simbólica de los grupos sociales. Las esencias no se parecen a las formas platónicas en cuanto a su origen extramundano, transcendental, pre-empírico e idealista.
También, podemos pensar en el origen de los valores – si ellos tienen el origen natural pues el vitalismo sería algo muy serio y la filosofía de Frederico Nietzsche, con su concepto de “revalorazición or transvalorazición de todos los valores” (el subtitulo de su obra Voluntad del poder) es un ejemplo. Si los valores tienen origen religioso, pues divino es el fondo del bien, de la belleza y de la verdad. Si los valores no tienen el origen ni natural ni religioso sino social, como los pragmatistas nos dicen, pues necesitamos saber los mecanismos sociales para comprender las obligaciones y responsabilidades conectadas con la realización de varios valores.
Desde el punto de la filosofía de valores de Santayana, tenemos el mecanismo que explicanos la valorización. Lo que parece valioso para nosotros es el resultado de plantear las esencias, los ideales en el objeto, en la persona, en los fenómenos como les vemos o interpretamos. Este planteamiento — la valorización — puede tener el carácter individual, cuando usamos nuestra propia imaginación para proyectar nuestros ideales, y puede tener el carácter social, cuando usamos el simbolismo de nuestra cultura y religión para imaginarnos los estándares de la belleza. El semejante mecanismo tiene lugar cuando admiramos los poderes naturales en la forma de los imagenes religiosos; Dios – para Santayana – es el ideal de perfección que proyectamos a la naturaleza para admirar su potencia y para adaptarnos mentalmente al imagen del mundo ambiental que es más humano. En su libro The Sense of Beauty nos dice: “no hay ningún valor independientemente de su valoración, ni ningún bien independientemente de alguna preferencia suya….En la valoración, en la preferencia están las raíces y la esencia de toda excelencia” (SB#2).
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