
Witoldo Gombrowicz es una figura ejemplar. Puede mostrarnos, entre muchas cosas, qué significa vivir la vida literaria en el sentido más amplio de la frase. No consiste solamente en escribir los textos y publicarlos. Tiene también algunas dimensiones culturales y algunos aspectos tanto sociales como políticos y, además, un matiz multicultural en este caso. El ejemplo espectacular fue el proceso de la traducción de su libro famosísimo, Ferdydurke, porque incluyó todos los aspectos mencionados. Este libro vanguardista fue publicado en polaco en 1937 y, muy pronto después, el autor se quedó encerrado en Buenos Aires por la erupción de las batallas militares de la Segunda Guerra Mundial en su país natal. Es decir, la Alemania nazi invadió Polonia exactamente cuando el escritor estaba viajando en un barco transatlántico desde Polonia a Argentina para hacer una visita cortita como periodista. A causa de la guerra y de los cambios geopolíticos en Europa, se quedó en Argentina, su nueva patria, durante los siguientes 23 años.
A pesar de su mediocre conocimento de la gramática española, intentaba a mantener su carrera literaria y quería introducirse en la vida cultural porteña. Para hacerlo, comenzó a traducir su libro a la lengua cervantina diez años después de su edición original polaca. Sin embargo, Gombrowicz no habló castellano de manera suficiente. Tampoco tuvo dinero para pagar una traducción profesional. Necesitó ayuda y la encontró en una forma colectiva. Es decir, coleccionó un grupo de escritores jóvenes o, más precisamente, algunos adeptos literarios argentinos y cubanos, instalados en la capital argentina, para quienes colaborar con un escritor internacional fue una aventura intelectual enorme. Discutieron en un café porteño Rex en que, en principio, se jugaba ajedrez.
Como ya dicho, el texto original fue escrito en polaco y el autor no hablaba español bien. Por otro lado, sus asistentes no hablaban polaco de ninguna manera. ¿Cómo, pues, fue posible traducir este libro? El mecanismo del trabajo fue el siguiente. El autor les explicaba el sentido de la frase en su castellano chapurreado y en su francés mucho mejor – el lenguaje comprendido entre muchos miembros del equipo. Después de la explicación del autor sobre la cada frase o sobre cada palabra, discutieron colectivamente y le propusieron una versión final. Los fragmentos del texto bastante difíciles no fueron traducidos literalmente sino, en su lugar, fue traducida una explicación o una interpretación del fragmento dado de manera más o menos exacta. Se puede decir que funcionaba un taller de traducción en circunstancias bohemias; sin embargo, este taller se convirtió en un pequeño centro intelectual porque incluyó cerca de veinte intelectuales al principio de sus carreras literarias y culturales – algunos de ellos son reconocidos mundialmente ahora (por ejemplo Virgilio Piñera, Alejandro Russovich y Jorge Calvetti).
Para todos ellos, esta serie de encuentros literarios no fue solamente literaria y no se limitaron al trabajo dedicado a una producción literaria. Fue un círculo internacional (polaco-argentino-cubano) donde se crearon los caracteres y los hábitos al tiempo inicial de la vida artística e intelecutal de cada participante; con la excepción del propio Gombrowicz. Él funcionaba como un maestro y, al mismo tiempo, como un amigo-provocador. Estimulaba un abanico de posibilidades culturales de sus asistentes para quienes estas reuniones constituyeron una parte formidable de su maduración.
También existe un factor multicultural – como diríamos hoy en día – en ese encuentro de los representantes de culturas tan distintas como la polaca y la sudamericana. Siempre Gombrowicz nos dice a través de sus textos que lo que tenemos en común, los polacos y los sudamericanos, es el sentido de vivir en una cultura provinciana o de funcionar en una cultura de segunda clase. Que ‘París’ o la cultura frencesa y ‘Nueva York’ / ‘Londrés’ o el mundo anglosajón son los líderes globales en el espacio cultural, los que se ‘deben’ imitar y los que son puntos orientadores para los escritores y los artistas que nacen en culturas al margen. Y gracias al reconocimiento de estos líderes se puede obtener la fama y la apreciación artística.
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