El libro Evocando a Gombrowicz, de Miguel Grinberg (Buenos Aires 2004; traducción polaca 2005), proporciona iluminación respecto a la relación entre Gombrowicz y la cultura argentina. Su autor era argentino y fue amigo personal del escritor polaco durante los años sesenta. Era hijo de inmigrantes polacos, preséntanos una sensibilidad muy semejante a la que conocemos de Diario y otros libros de Gombrowicz. Por ejemplo, de acuerdo con Gombrowicz, Grinberg interpretó ambas culturas desde el punto de vista de la relación con los centros culturales del mundo occidental. Esta relación es la de la inferioridad y la complejidad.
Observó lo mismo que había visto el mismo Gombrowicz, es decir, que para los escritores argentinos, de la misma manera que para los escritores polacos de la primera mitad del siglo veinte, París fue el centro del mundo cultural. El reconocimiento literario en París, de París o por París, fue automáticamente la confirmación de la grandeza de la obra literaria del autor argentino (y polaco). Así, la inferioridad cultural de las culturas provinciales ha sido producido, al menos parcialmente, por los representantes de esas culturas. Buscaron el reconocimiento de su eminencia fuera de sus culturas nativas porque ellas no tuvieron los criterios universales de excelencia artística ni de sentido intelectual. La división entre la provincia y la metrópoli significa la dominación o hegemonía de un tipo de cultura sobre la otra; en consecuencia, significa el poder de establecer los criterios universales. Gombrowicz lo sabía, lo analizó a través de herramientas literarias, y luchó por la excelencia y la fama utilizando sus observaciones culturales y sus reflexiones filosóficas. Sin embergo, no intentó cambiar ni revolucionar la tensión entre la cultura provinciana y la cultura dominante; en su lugar, intentó indicar, o sugerir, la estrategia cultural de ciertos artistas argentinos (y polacos), la estrategia personal de sí mismo en primer lugar. Esta estrategia personal fue, parcialmente, una parte de la vida espiritual. ¿Qué significa esto?
Grinberg describe la situación profesional y personal de Gombrowicz a su llegada a Argentina algunos días ante el estallido de la Segunda Guerra Mundial: sin creer en Dios, sin patria, sin casa, sin amor, sin dinero y, en su lugar, dentro del océano de una cultura desconocida. Además, fue consciente de la catástrofe de su país destruido totalmente por los nazis y por los soviets. No pudo regresar a Europa. Comienzó una nueva etapa de su vida. Por un lado, la situación fue trágica, porque no había muchos puntos fijos de referencia; por otro lado, la situación era maravillosa porque había muchísimas posibilidades de auto-creación. El mensaje universal de la obra artística, si no filosófica del Gombrowicz-argentino parece confirmar este segundo aspecto: la auto-creación independientemente de los puntos de referencia que existan en el mundo fijo. Y, el otro lado del problema: no tiene mucha justificación moral acusar al mundo exterior, sean los norteamericanos, los ingleses o los demás. Acusar de haber limitado ‘nuestra’ libertad, de haber explotado ‘nuestros’ recursos, de haber tendido la responsibilidad de ‘nuestras’ problemas.
Exactamente eso lo confirma Humberto Riva en su capítulo — el libro incluye algunos textos escritos por otros amigos y colaboradores argentinos de Gombrowicz. Escribe: esperamos estudiar más el daño que Europa nos ha hecho, por nuestra culpa, nuestra culpa, nuestra máxima culpa.
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