Gombrowicz llegó a Argentina en agosto de 1939. Viajó en un barco de vapor de lujo “Chrobry”, como representante de un periódico polaco. Casi inmediatamente después, es decir al cabo de dos semanas, comenzó la segunda guerra mundial. Los militares de la Alemania Nazi invadieron Polonia, la patria del escritor. No solo su país estuvo en la ruina completa, el propio autor debía, a los treinta y cinco años, reorganizar su vida de nuevo; la vida como emigrante en Buenos Aires. Sin embargo, trató su situación personal como la liberación cultural (a despecho de su aislamiento e incapacidad de hablar en castellano) y esperaba interesantes aventuras intelectuales, despecho de su pobreza material.
La emigración normalmente parece algo dramático para el hombre que pierde su alta posición social en su país y que vivirá en la pobreza los años siguientes en su nueva patria. En su caso, se convirtió en una liberación. La liberación del régimen original de su cultura opresiva, de las ilusiones causadas por las categorías artificiales de su lenguaje, y de las obligaciones socio-políticas. Este régimen funcionaba a través de las figuras o instituciones que dictaban las normas, definiciones, e interpretaciones sobre todos los demás. Durante su estancia en Buenos Aires, se dió cuenta de varias limitaciones, convenciones, y rituales de los que se había sido rodeado en su vida cultural de su ambiente nativo en Polonia. En América Latina, muchas de estas limitaciones simplemente no obligaban, aunque, las podía observar (y comentar) en la vida de los polacos que juntos cultivaban estos rituales nacionales en varios tipos de reuniones de inmigrantes de Polonia.
Para Gombrowicz, su situación cultural y personal en Argentina, en los años cuarenta del siglo veinte, confirmaba su idea, previamente articulada en sus obras literarias (Ferdydurke). Lo que llamamos “cultura”, en su parte esencial, es la colección de los actos sociales muy ritualizados. Los rituales le fascinaban bajo muchos aspectos, especialmente bajo el aspecto de la obligación, la presión, y la compulsión para hacerlos. Su filosofía literaria, muy desarrollada en Argentina, dice, que, tanto si lo queremos como si no, no podemos funcionar sin rituales en cualquier cultura en la que vivamos. Característico para el escritor polaco es que los rituales en la cultura tradicional o/y nacional no son menos restrictivos que los de la cultura moderna y civilizada. La cultura moderna anuncia que es la cultura de libertad y que cada uno puede hacer lo que quiere. Sin embargo, existen compulsiones muy fuertes dentro de esta cultura. Axial es el rol del lenguaje y de los rituales socio-lingüisticos.
Su reflexión sobre rituales, celebraciones, y mitos no tiene el carácter antropológico, etnográfico, o sociológico, sino, predominantemente, filosófico y artístico. No nos presenta los detalles empíricos que se habían coleccionado de manera escolar. No intentaba construir una teoría científica. No buscaba las informaciones sobre la historia cultural de Argentina tampoco investigaba, en las bibliotecas universitarias u otros lugares, los materiales sobre el fenómeno de la vida social argentina. En cambio, nos propone sus interpretaciones de la vida socio-política, que son semejantes a la tradición filosófica del post-estructuralismo desarrollada en las décadas siguientes. Utiliza las herramientas literarias para mostrar que un ser humano vive dentro de la red de presiones, dominaciones e influencias de los omnipresentes poderes anónimos. Digo ‘anónimos’ porque no se conocen exactamente los fondos reales de estos rituales y compulsiones que obligan a todos o casi todos los miembros de determinados grupos sociales.
Sin un adecuado reconocimiento de estos poderes y sin la propia investigación del origen de las normas sociales, la mayoría de los hombres se acomoda a ellos y simplemente hacen lo que se debe hacer. En la práctica, los artistas argentinos se comportan como si tuvieran cierto sentido de inferioridad, sin el cual no fueran argentinos auténticos. El sentimiento de inferioridad tiene su fondo en la convicción común entre ellos de que Argentina es culturalmente secundaria y espiritualmente dependiente de Europa, especialmente, de Francia. ¿Cómo son estos rituales? Uno de los más importantes es la constante referencia al mundo exterior, a la cultura francesa en primer lugar, y, al mismo tiempo, haciendo de aquel mundo exterior el criterio fundamental para valorar la cultura nativa. Pues, si tienes tus libros publicados en París, eso casi automáticamente significa que eres un autor eminente; si tienes tus libros publicados solamente en Buenos Aires, eso significa una buena introducción para hacer lo mismo en Europa.
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