La palabra ´multiculturalismo´ tiene muchos sentidos. Uno de ellos, quizá el más popular y controvertido, se refiere a la política multicultural de países como Canadá, Australia, Suecia o a algunos elementos de esa política en países como España y Alemania. No voy a utilizar ese sentido de la palabra aquí. En cambio, voy a pensar en el multiculturalismo como un modelo de vida según el que se cruza voluntariamente entre varias culturas por varias razones: para saber más, para enriquecer tu propia actitud hacia algunos asuntos existenciales, hacia las normas morales, hacia el problema del progreso de la vida cultural y hacia asuntos igual de importantes. Gombrowicz representa ese modelo de vida, al menos parcialmente.
Por cierto, podemos discutir si su decisión de quedarse (en septiembre de 1939) a vivir en Argentina fue voluntaria o no; de todas maneras, tomó esta decisión exactamente cuando empezó la Segunda Guerra Mundial y su país natal, Polonia, fue invadido por la Alemania nazi y, al mismo tiempo, por la Rusia Soviética. Pero no regresó a su país después de la guerra y vivió en Argentina durante veintitrés años. Sin embargo, esa época de su vida tuvo una dimensión multicultural bajo al menos tres aspectos. El primero fue que, a través de su escritura, comparaba y contrastaba la cultura polaca y la cultura argentina para destacar sus ingredientes más profundos a pesar de las muchas diferencias obvias entre los dos, la lengua y la mentalidad por ejemplo.
Nos dice que, a pesar de la distancia geográfica y de la diferencia histórica entre los dos paises, un elemento cultural común era que ambos casi siempre han reaccionado contra la dominación de las culturas más fuertes e impactantes: la cultura hispana, la cultura francesa y la cultura norteamericana en caso de Argentina y, en caso de Polonia, la cultura alemana, la cultura francesa, la rusa, y la anglosajona. En otras palabras, a pesar de su propia originalidad de la cultura nativa, gran parte de los escritores argentinos, como los polacos, siempre han querido un reconocimiento en ´París´ o en ´Nueva York´ o en ´Berlín´ para confirmar su originalidad y su importancia. Y, lo más importante, la publicación de sus obras en estos centros mundiales culturales fue, de verdad, un pasaporte para la fama y el reconocimiento en sus países maternos.
Por supuesto, no solo estos dos países sufren de esta marginalización, sino muchos países y muchas culturas, a las que se puede describir como ´culturas secundarias´ y, por tanto, las que están en la confrontación cultural con las culturas más potentes. Así, y este es el segundo punto, una confrontación cultural, o una lucha cultural es un fenómeno natural, nos dice Gombrowicz, y omnipresente, independientemente de la época histórica o del concreto espacio geográfico. No existe un mundo uniforme, es decir, sin conflictos culturales. Aquí, una referencia al multiculturalismo significa la batalla por la identidad entre numerosas culturas o entre multitud de tipos de cultura que funcionan alrededor. Es casi como la lucha de las especies sólo que en el ambiente de las culturas y, por eso, utilizar la palabra ´multi´ en el contexto cultural es inevitable. No hay culturas completamente aisladas (si hay algunas en las Amazonas o en la África central, no tienen impacto a (¿de, o: sobre?) las demás), porque cada formación cultural debe identificarse, entre otras cosas, a través de la confrontación y la diferenciación para mantener su carácter específico, es decir un carácter singular e irrepetible.
Por supuesto, este fenómeno es mucho más visible en la época de la globalización, es decir, cuando los contactos interculturales son más fáciles que en épocas antiguas. En tercer lugar, el multiculturalismo, en el plano de la vida individual e intelectual, significa cruces entre varias culturas y Gombrowicz, en cuanto a su manera de vivir, es una figura ejemplar, entre numerosísimas otras de su época (G. Santayana, E. Canetti). Aquí, aparte de las dimensiones sociales y políticas, mantiene y cultiva una manera de interpretar su lugar en el mundo penetrando de manera cognitiva en culturas que son diferentes de la suya. Eso no significa rechazar su propia cultura: por ejemplo, Gombrowicz escribió, a través de su obra literaria, sobre un modelo depatriotismo que es constructivista, creativo, moderno, abierto (no tradicional, ritual, dogmático) y subrayó el rol de la contribución de un artista a su cultura natal tras haber absorbido elementos novedosos de culturas extranjeras.
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